Cuando la crisis económica, social y política por la que pasa Venezuela no parece más que agudizarse, el presidente del país, Nicolás Maduro, ha decidido convocar una Asamblea Nacional Constituyente el próximo 30 de julio. Pero parece que la decisión de Maduro, en vez de calmar los ánimos, haya incentivado las protestas que ya vienen tomando lugar en los últimos tiempos.
La oposición, entre la que se encuentra Henrique Capriles (dos veces candidato a la presidencia del país) y otros miembros de la Mesa de Unidad Democrática (principal movimiento de oposición a Maduro) acusan a Maduro de querer construir una constitución a su medida y lo acusan de fraude.
Para ponernos en situación, tras la muerte de Hugo Chávez después de catorce de años en el gobierno, el 5 de marzo de 2013, se produjo una elección en la que Maduro, designado por Chávez como su sucesor, obtuvo una victoria muy ajustada (con el 50% de los votos) frente a Henrique Capriles (49%) líder de la oposición. La victoria de Maduro en unas elecciones tan reñidas trajo consigo un descontento popular que se tradujo en un período de fuerte conflictividad política y protestas constantes.
A esto podemos sumar la caída a mínimos históricos de los precios del petróleo, lo que ha generado un progresivo deterioro de la economía provocando una gravísima crisis financiera en un país cuya economía dependía básicamente de los precios del crudo. La moneda de Venezuela (el bolívar) ha caído vertiginosamente y ha hecho que Venezuela no pueda hacer frente a importaciones de alimentos básicos o medicinas.
Este estado de crisis ha hecho que aumente el paro, y en consecuencia, la criminalidad. El país está atravesando una de las crisis más graves de su historia a la que parece que el gobierno no sabe cómo hacer frente.
Andrea